Mañana de domingo, primeras horas del día en la que tomo rumbo hacia Las Rozas, en donde se va a celebrar una prueba del Campeonato y Trofeo de Motocross de la Comunidad de Madrid. No parto con una idea clara de qué hacer, pudiendo ceñirme a retratar la carrera como en ocasiones anteriores o buscar nuevas opciones.
Recorro la calle habilitada para los boxes donde se dan los últimos retoques a las motos. Quizás, buscando la preparación a la carrera que está por venir, trato de encontrar escenas de los pilotos disponiéndose a la competición pero no veo elementos que me motiven a ser fotografiados.
In situ, el circuito se diferencia mucho al de Alovera en un aspecto fundamental que son las diferentes alturas que recorre el terreno, encontrando varios saltos continuados de importantes bajadas.
Accedo al interior del circuito y lo recorro, encontrando charcos en algunas zonas los cuales me sirven para intentar captar la velocidad de los corredores a su paso por el agua. Sin embargo, como consecuencia de la distancia a la que me encuentro, me llevo unos cuantos salpicones de barro por toda la ropa.
Veo pasar a los corredores como en ocasiones anteriores y, a parte de la calidad de los mismos, parece que no me encuentro motivado para fotografiar nada. Me salgo al parque anexo al circuito, como tratando de buscar algún elemento que me atraiga, veo el box de algunos corredores relevantes, familias que pasean en bici aprovechando la buena mañana de domingo, se empieza a escuchar el rugir de motores y poco a poco mi cabeza busca opciones de qué hacer. Finalmente, accedo al interior del circuito y trato de dar una visión distinta a mis fotografías aprovechándome de la geografía del circuito.
Planos contrapicados, barridos acompañados de flash de mano, tomas con enmarcados vegetales. Surgen nuevas tomas que convierten en satisfactoria la jornada. Sin embargo, para otra ocasión hay que ser valiente y hablar con algunos corredores para retratarles antes de la carrera con todos sus ritos preparatorios.
